Cuentos sin palabras: Migrantes, Issa Watanabe
Esta entrada consiste en la publicación del cuento relacionado con la obra Migrantes, de la autora peruana Issa Watanabe. No es realmente lo que se pedía, ponerle voz al cuento, no es una frase por página tratando de aportar significado, es un cuento, una adaptación libérrima de lo que las imágenes sugieren, un punto de vista igual y, a la vez, diferente, de lo que se muestra la obra. Si no conoces el cuento original, la historia pierde algo de sentido, pero con todo, sirve para hacerse una idea global del relato.
Espero que si apareces por aquí, aunque sea por error, y conoces al niño calvo leyendo estas líneas, deseo que las disfrutes, pues él estará encantado de contarte su historia.
A ambos les gustaba pasear por la tranquilidad
gris de la noche, escuchar el sonido de las estrellas. Pero una noche de luna
llena, mientras paseaban, sucedió algo, el niño calvo vio una maleta en mitad del bosque,
«qué cosa más extraña» pensó, con una mezcla de curiosidad y temor ante
lo imprevisto. Así que se acercó a ella y la miró con detenimiento, era muy
extraño encontrase objetos en el bosque, así que llegó a la conclusión de que
alguien la habría perdido, y si la había perdido querría encontrarla. La idea
de establecer contactos con otros seres no le terminaba de convencer, él disfrutaba de su soledad, pero sí que es cierto, que en ocasiones añoraba un
poco de compañía, alguien con quien jugar y con quien reír. Por tanto, tras una
profunda meditación, decidió que ayudaría a ese desconocido a recuperar su
maleta, seguramente se alegraría mucho y podrían hacerse amigos.
A las pocas horas de emprender la búsqueda, vio a
lo lejos un grupo numeroso de caminantes que parecían dirigirse hacia algún
lugar lejano, pues todos llevaban alguna bolsa que servía para transportar el
equipaje. El niño se acercó al grupo y les preguntó si alguno de ellos había
perdido una maleta, que la había visto tirada en el bosque y pensó que alguien
la habría perdido y que le haría feliz recuperarla. El grupo se volvió al
escuchar aquella voz, era una voz cálida, amigable, transmitía paz y
serenidad. Miraron al niño calvo con ojos cansados, pero al parecer la maleta no era de ellos, de modo que resolvieron retomar su
camino. El niño decidió acompañarlos, pues pensó que quizá en el
destino encontraría al propietario.
Tras varias horas de trayecto, el grupo
decidió hacer una pausa para descansar y reponer fuerzas, era una travesía muy larga y agotadora, pero afortunadamente ya estaban cerca de su objetivo, así
pues, se organizaron las tareas por grupos: unos cocinaban, otros lavaban la
ropa, mientras que otros jugaban con los más pequeños para aliviarles la dureza
del viaje. Al rato, todos cayeron presas de un sueño profundo, estaban
totalmente exhaustos. De pronto, sin que
nadie lo apercibiera, plantas de colores empezaron a brotar de la tierra,
podríamos pensar que eran plantas que se alimentaban de sueños, pero esas
plantas solo existen en los libros de fantasía que leemos a los niños cuando
todavía son pequeños, y les hacemos creer en mundos mejores llenos de magia.
Mientras todos dormían y soñaban, el niño calvo,
que sufría insomnio, salió a caminar vestido con su pijama de flores grises y
una capa naranja, pues por la noche solía refrescar. Así, caminando, llegó a
los confines del bosque, justo en el límite donde comenzaba ese lugar al que
las flores grises llamaban el bosque de las flores de colores. Era la primera
vez que el niño calvo se alejaba tanto, nunca había llegado tan lejos, y allí,
frente a él se encontraba el guardián del bosque de las flores de colores. El
niño le preguntó si quería ser su amigo, y le dijo que había conocido a un
grupo de excursionistas que estaban durmiendo en el bosque sin flores, que si
quería unirse a ellos, no sabía a donde iban pero seguro que sería divertido, y
extendió su mano ofreciendo al guardián un ramo de flores grises como muestra
de afecto, pero este las rechazó con indiferencia y se marcho sin querer saber
nada de nadie.
Con el alba, los excursionistas reemprendieron el
viaje, y en un tiempo relativamente corto llegaron a la playa que había en el
bosque, donde los esperaba una barca que los llevaría a su destino final. El
niño calvo los miraba desde el aire, pues le daba miedo el mar y prefería
acompañarlos volando a espaldas de su inseparable amigo el pájaro azul. Hacía
frío, y aunque el plumaje del pájaro era muy agradable y lo protegía de la
intemperie, veía como en la barca todos se hacinaban y se tapaban con mantas
para darse calor.
De pronto, un golpe de mar rompió la barquita y
los excursionistas cayeron al mar. Algunos eran muy buenos nadadores, pero
otros no tanto, por lo que no les fue fácil llegar a la orilla. Una vez allí,
todos miraron desolados como el mar se adornaba con sus objetos personales, sus
ropas de viaje, sus utensilios de cocina, etc., era todo muy triste, y por si
eso no fuese suficiente, estaban empapados y helados, hasta el punto de que uno
de los excursionistas enfermó gravemente. Todos lo miraban y le infundían
fuerzas para recuperarse, para retomar el viaje con el grupo. Pero no mejoraba,
por lo que decidieron emprender de nuevo bajo la promesa de que
regresarían con un médico que lo pudiese
curar.
Pasado un tiempo, el niño calvo y su pájaro azul llegaron al
claro del bosque en el que estaba el excursionista enfermo, lo tomó de la
frente y comprobó que estaba ardiendo y tiritando, tenía fiebre muy alta. El
niño conocía todos los secretos del bosque sin flores, y creía estar seguro de
poder curarlo, así que envió a su pájaro a buscar al resto de excursionistas
para transmitirles la noticia de que su amigo se pondría bien. Y de
este modo, mientras el pájaro azul los seguía, llegaron a la frontera del bosque
con flores de colores, allí, pensaron, seguramente encontrarían algún médico,
allí, en el bosque de flores de colores, allí, en su lugar... ¿soñado?
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